lunes, 31 de octubre de 2016

Marcia

A lo mejor todos estos años me dejaron un nombre. Y ahora soy ella. La que corregí tantas veces. La que después de años de indecisión se juró que no hay más manera de volver que volviendo. La que me esperaba y me recibe como si no hubieran pasado cinco años. Gracias Marcia, hoy vuelvo a ser vos.

sábado, 2 de junio de 2012

shhhh

No le digas a nadie que estuviste por acá, todo lo mantenemos en secreto y seguiremos felices por los años de los años, ¿quién puede, hoy por hoy, en esta época de redes interconectadas con todo, relajarse y sentir que cuenta con el privilegio de tener un secreto con alguien, y sin fotos? veni que te cuido la intimidad. ANTIFACE

lunes, 30 de enero de 2012

Amor de buquebús. Miradas a Oriente




Nosotros estábamos en el sur,
al borde del río,
estirábamos la mano
y saludábamos a Uruguay.

Hasta podíamos parecer uruguayos,
por la lentitud profunda y la queja amarga,
a diferencia del atropello liviano y altanero
del porteño alegre.

También nos hermanaba el rencor,
desde su costa hacia nosotros
y desde la nuestra
también a nosotros.

La verdad es que
si estirábamos la mano
podíamos saludar a Uruguay,
pero no lo hacíamos.

Procurábamos no mirar al río,
para olvidar el río
y su podredumbre
de fiambre hundido.

En la medida de lo que nos era posible
nos esforzábamos en cultivar
la falta de olfato
por una fuerte e inexplicable pulsión vital.

En todo caso,
para parecer uruguayos
nos faltaba la educación,
la dicción y el tú.

También aquel arte cartográfico
espontáneo
que los transeúntes orientales ejercitan
con el forastero.

Fue cuando cruzamos en barco
y viajamos desde Montevideo hasta las playas de Rocha,
que conocimos la habilidad de los uruguayos
para dibujar mapas, líneas y fronteras.

Ilustrados y anticuados ciudadanos
orgullosos de pelo blanco,  
miradazul y espalda cargada,
siempre listos para la guía y la coquetería.

Pasean por la costa,
en la calma de la siesta,
dotados de un bloc, un lápiz
y un peine en el bolsillo.

Nos trataban
con una amabilidad tan campechana
que en un principio
nos descolocó bastante.

Desde chicos, habíamos sido adiestrados
para vivir en sintonía con la desconfianza
y la insidia que rebotan, como bolas flipadas,
por las diagonales de La Plata.

Después nos acostumbramos
a esa amabilidad,
porque al amor uno siempre se acostumbra,
aunque sea falso.

Ahora, desde hace unos años,
lejos del continente austral, en la base del viejo mundo,
uruguayos y argentinos nos encontramos unidos
en la misma extranjería;

Aquí descubrimos que el amor de los argentinos a los uruguayos
es un amor no correspondido, prácticamente inverso
a la máscara de cortesía
que reservan exclusivamente para los turistas.

Como reservan los bares
los baños a sus clientes,
así como un amor de baño
es el amor de los uruguayos[1]


[1]Queridos y elegantes vecinos, sirva esta digresión para decirles a viva voz y de todo corazón: viva la revolución sin fronteras, viva la internacional, muerte a todos los nacionalismos. Hágase extensivo este grito a todos los pueblos del mundo. Pásalo.